Juan Patau (Covestro): ‘A mis colaboradores siempre les decía que ellos tenían que saber tanto o más que yo’

J.A. DOMÈNECH
03/01/2017

Juan Patau es una institución en Covestro. Es de aquellas personas que, como suele decirse, dejan huella. Su facilidad de comunicación y su empatía­ -me comentan-, han ayudado a crear buenos equipos de trabajo en su empresa.

De Patau puede señalarse también que es un pionero en lo que hoy denominamos la prevención de riesgos laborales. Patau ha sido responsable de Seguridad y Salud de las dos plantas de Covestro en nuestro país. 41 años en la compañía: desde su carrera en Bayer a la nueva denominación.

 

 

Iniciamos la conversación y nuestro protagonista se concentra, como si fuera una manía, en ajustarse el reloj a su muñeca. Este gesto, aparentemente banal, tiene mensaje, que nos desvelará al final de la entrevista.

No parece que a Patau vaya a pesarle su recién estrenada jubilación como un periodo de relax e inactividad. Más bien al contrario. “Me jubilo con 65 años, lo previsto cuando empecé a trabajar. Miro con encanto estos 41 años; he sido y soy un privilegiado. Vivimos en un país extraordinario, nunca me ha faltado de nada. El Estado me ha dado mucho, y ahora tengo que pensar qué es lo que yo puedo devolverle. Con mi mujer tenemos pensado trabajar en proyectos interesantes, solidarios”.

Pero vayamos con el pasado. Dentro del sector químico, Patau ha estado a cargo de departamentos que eran revolucionarios hace 40 años, como la sanidad y la seguridad. Por entonces, casi una aventura. “Al principio tuvimos que innovar muchísimo; había pocos aspectos legales, que tenías forzosamente que complementar”, argumenta. “Hoy, toda empresa sabe lo que son los Riesgos Laborales, pero hubo un tiempo que, pràcticamente, se tenía que innovar”.

La mitad de los años profesionales de Patau en la química los ha dedicado a aspectos técnicos. Más tarde, gracias a la experiencia obtenida, pudo desarrollar la etapa más creativa de su labor profesional. “Trabajábamos en empresas tradicionales, e intentábamos aportar al país cultura de Seguridad; éramos líderes en ese campo, de manera que nos resultó fácil incorporar la Ley de Prevención de Riesgos Laborales”. Y los inicios no fueron nada fáciles: “Antes, decir accidente ‘0’, era inimaginable. Es como decir que no hay muertes en la violencia de género, impensable, y algo en lo que había que trabajar”.

Prácticamente, hubo que empezar de cero. “Las mentalidades de entonces eran mucho más dictatoriales, ahora se trabaja más en equipo. Esto proporciona un mejor resultado”. Sobre el terreno ocurrían cosas que hoy difícilmente pueden darse. Por ejemplo, si alguien no adoptaba las medidas de seguridad, “los compañeros lo escondían, o se le despedía. Hoy en día se intenta adaptar a la persona, antes era todo mucho más brusco”. Patau nos explica el caso con una anécdota: “Una vez, un trabajador que entraba a las seis de la mañana, se había ido toda la noche de fiesta, y al llegar, se durmió conduciendo y se estrelló contra la puerta de acceso; eso antiguamente era un despido. Nosotros hablamos con él y actualmente es de los colaboradores más fieles de la empresa”.

‘El futuro está en la espacialización: es la manera de ser

competitivos’

Teoría del ‘ay si’

“En los inicios de lo que hoy llamamos Prevención de Riesgos Laborales, había que materializar la evaluación de esos riesgos”, argumenta Patau. ¿Y cómo se hizo? “Cuando salió la valoración de riesgos, todos estábamos sin saber qué hacer. En Tarragona, Vicenç Marí, director regional del Centro de Seguridad e Higiene, desarrolló un método que consistía en crear un equipo y preguntar los riesgos que se podían presentarse. Pero yo pensé que había una forma más humana, y era preguntar a los trabajadores si, cuando estaban en la planta, experimentaban situaciones en las que llegaban a decir o pensar, ‘ay, casi tengo un accidente ¡Casi me caigo!’, y eso, tan sencillo, era lo válido”. “De manera que lo nuestro ha sido la evaluación del ‘ay si’. O sea, ay si me pasa esto o lo otro; ay si me caigo; ese ay que dicen todos y al que nadie hacía caso…”. Imposible describirlo mejor. “Se adoptaron así las medidas adecuadas para que no se llegara a estas situaciones. Esto fue muy importante para que la gente tomara conciencia. Además, la dirección estaba muy implicada y teníamos un presupuesto ya preparado, y esto mejoró la confianza y la implicación del personal”.

 

Patau coincidió en su etapa profesional en la antigua Bayer con jefes “optimistas y colaborativos, y en esto he intentado seguir sus pasos”. Por ejemplo, “a mis trabajadores siempre les decía que ellos tenían que saber tanto o más que yo, y los incitaba a preguntar, y creo que ahora todos saben más que yo. Así que he cumplido mi objetivo, y creo que eso es muy positivo”. Patau dice con orgullo que “dejo una empresa con nueve años sin accidentes, un gran éxito”.

Patau guarda especial recuerdo de aquellos jefes al principio colegas, “tan novatos” como él. Entonces, “teníamos que comunicarnos personalmente, porque todo era mucho más precario. Por la mañana nos juntábamos cuatro técnicos e íbamos a desayunar, y allí compartíamos nuestras penas y dudas, y también nuestros éxitos. Tengo que mencionar a Jesús Loma, y a los doctores Antonio Aguado y Fabián González. De Jesús aprendí mucho sobre gestión; de Aguado, ciencia y ser buena persona, y del doctor González, conocimientos en Medio Ambiente y Seguridad. Han sido tres personajes que me han enriquecido mucho”.

Esta relación “fue positiva para los cuatro y para la empresa, obviamente, además me han ayudado mucho posteriormente a desarrollar mi cargo con mayor experiencia y sabiduría. Han sido tres personajes encomiables en el contexto de la empresa”.

La perspectiva que le ofrece sus muchos años en la química, le permite a Patau señalar que el futuro del sector en Tarragona está en la especialización.”Es la manera de ser competitivos”, apunta. Otro factor sobre el que reflexiona es la imagen del sector. “La confianza es lo importante. Llevamos casi 50 años en el territorio. Hemos aportado salarios, mano de obra y conocimientos, y no hemos dado ningún problema, excepto el atentado en Empetrol y el choque de barcos del pantalán, y la ruptura de algunos cristales de Bonavista a causa de una explosión. Sí que hay la molestia, evidentemente, de los humos y chimeneas, que debemos intentar reducir al mínimo. Y seguir aumentando la confianza entre la población”.

Aunque rezuma optimismo, Patau, sin embargo, teme por los jóvenes, sobre su futuro. Y lo explica a través de una teoría. “Tenemos dos culturas, la del antagonismo y la del divorcio. Me explico. Ahora los jóvenes están en una cultura antagonista y no de contrincante, y eso es fatal, muy negativo. Y en esto los medios de comunicación tienen mucha responsabilidad, al vivir de ese enfrentamiento”.

“Por otra parte, hoy tenemos también una cultura del divorcio, no solo entre parejas, sino entre estados y empresas. No hay idea de compromiso y esfuerzo. Tanto jóvenes como adultos debemos reeducarnos. De manera que creo que jóvenes muy trabajadores sufrirán una vida muy competitiva y antagónica”.

Hemos finalizado la grabación de la entrevista. Patau, ahora de pie, vuelve a ajustarse el reloj, como si fuera un tic. Le pregunto. En la respuesta intenta contener la emoción. En una reciente cena de homenaje, sus colaboradores más directos le obsequiaron con un reloj. Lleva una inscripción: ‘Gracias por todo lo enseñado’. Me parece que es el mejor regalo que podían hacerle.