J.A. DOMÈNECH
26/10/2016
Está un poco nervioso, inquieto. Y no solo por la entrevista. Desde siempre ha trabajado en Messer Ibérica de Gases, y ahora, a unas semanas de su jubilación, parece que por momentos le invade la añoranza. Lógico si se tiene en cuenta que José Mocha entró en la empresa en marzo de 1977, con 22 años. Han sido prácticamente 40 años de dedicación profesional a la misma compañía.
Mocha se jubila como jefe de planta en las instalaciones de Messer en Vila-seca. Pero hasta llegar a esta responsabilidad había hecho un poco de todo en la empresa. “Estudié lo que antes era el bachillerato superior, después fui al servicio militar. Al volver no quise seguir estudiando; busqué trabajo, y así fui como tuve la oportunidad de entrar en Messer, como simple peón”.
Recuerda con una sonrisa que, “a los dos o tres días de empezar tuve un pequeño accidente: sacábamos unas rejillas de la sala de máquinas y me caí de cabeza…Bien empezamos, me dije”.
Naturalmente, hubo momentos difíciles. “Especialmente a nivel técnico, con grandes averías, en los que se pasa mal, ya que nosotros producimos gases para el complejo petroquímico, que suministramos a través de un gaseoducto, especialmente el nitrógeno, que es muy importante para la seguridad de todo el polígono”.
La entrevista prosigue mientras se le agolpan las emociones a nuestro protagonista. Y es que “Messer ha sido casi mi primera familia. Si cuento las horas, he estado más en la planta que en casa”. Sin embargo, confiesa, “me está costando mucho adaptarme a la nueva situación. Estoy un poco triste, aunque me voy haciendo a la idea”.
La evolución en estos 40 años ha sido enorme, especialmente en seguridad y tecnología
Mocha dice no tener planes concretos para su nueva etapa. Su objetivo es “estar con la familia”, quizá para compensar, al fin, su dilatada dedicación a la empresa.
Tengo la impresión que Mocha cumplió desde un principio con el arquetipo de colaborador eficiente y dedicado, que además acepta nuevos retos. Por esta razón los directivos se fijaron en él, y pudo ir obteniendo por méritos nuevas responsabilidades en Messer. En este sentido, recuerda con afecto a Jaime Vilanova, “una de las personas más importantes que ha pasado por Messer”. Durante muchos años Vilanova fue director técnico en la compañía. “Junto a Rubén Folgado, actual director técnico, me ayudaron y animaron a tomar nuevas responsabilidades”.
Historia viva del sector
La trayectoria de Mocha es, de hecho, un testimonio vivo de la historia de la petroquímica en Tarragona. Unos primeros años de febril actividad, con nuevas implantaciones y crecimiento de las compañías ubicadas en el polígono. Hoy, con la perspectiva de los años, Mocha lo resume perfectamente: “La evolución ha sido enorme, sobre todo en seguridad y, en segundo lugar, la tecnología. Cuando empecé todo se hacía manualmente. Subíamos a la columna por la escalera de gato, treinta metros, … Hoy todo se maneja desde los ordenadores”.
Pero si de alguna cosa se siente orgulloso Mocha es de haber trabajado en Messer, que, paradójicamente, siendo hoy una multinacional, mantiene la propiedad familiar. “Al principio, Messer en Tarragona tenía diferencias de tamaño con las grandes empresas de su entorno”, explica Mocha. “Al ser poca gente trabajando éramos más familia: el ambiente familiar que teníamos en Messer quizá en otras empresas no existía.”
Mocha lamenta que la imagen positiva de la química en el territorio no esté plenamente consolidada. “La gente, en general, tiene miedo a la química. Si ven, por ejemplo, una humareda blanca, ya se dice que estamos contaminando. Y a veces es solo vapor de agua…”
Por otra parte, “es cierto que hay mucha información, pero todavía se mantiene un cierto escepticismo. Los que no trabajan dentro del sector, lo ven un poco con recelo.” Sin embargo, Mocha confía plenamente en el futuro: “la industria química está muy consolidada y continuará funcionando.”
No puede evitar recordar a muchos compañeros que se han ido jubilando, y constatar que ahora le toca su turno en una empresa que siente como suya. Mantiene con orgullo que “nunca se planteó cambiar de compañía: empecé de peón de planta, pasando por todos los puestos de trabajo, hasta llegar al final de mi carrera como jefe de planta”.
“Siempre que me lo pidan seguiré colaborando con Messer. Ahora es tiempo de adaptarse a la nueva etapa”. Al menos, le queda un consuelo: “la familia está más contenta que yo con mi jubilación”, dice sonriendo.